Valores y creencias orientan la vida de las personas

06.07.2011 11:08

 

 

 

Las personas orientan sus vidas según determinados objetivos, apoyados en ciertos valores y estimulados por algunos deseos y fantasías. Es difícil decir si valoramos lo que deseamos o deseamos lo que valoramos. En ciertos casos hay una alimentación recíproca de estos dos términos, en otras hay una franca ruptura y oposición. La mayoría de las personas valora la honestidad, la fidelidad, el desprendimiento generoso, la comprensión benevolente, son valores que apreciamos en los demás, pero pocas personas desean tener para sí estas virtudes. Deseas obtener los beneficios que esas conductas suponen, sin imponerse la disciplina que su ejercicio implica. Hay aquí una ruptura.

Los más exigentes valoran la inteligencia, el saber, el conocimiento riguroso. Desean, en consecuencia, ser inteligentes, alcanzar el dominio de alguna ciencia y tener una comprensión racional del hombre, de su historia y del universo. La mayoría de las mujeres desean casarse, sobretodo cuando perciben que “el tren las está dejando”; les gustaría conseguir una pareja atractiva, joven y sexy”. Raras veces la suerte les resulta tan generosa asì. Terminan por valorar lo que finalemente el mercado les ofreció: un ciudadano ya bastante maduro, de buena situación financiera, bastante tradicional y con el remoto atractivo de las personas formales.

 En las relaciones formales de trabajo, creencias y valores tal vez no estén en primer plano, pero en relaciones de mayor proximidad y menor formalidad, como en el matrimonio y la amistad, juegan un papel importante en el entendimiento o desentendimiento de las personas.

 Las creencias y valores traducen igualmente una cierta visión del mundo, además de orientar los objetivos de la vida propuestos por el sujeto. Sumergidos en la fascinación amorosa del romance, la pareja no siempre evalúa las divergencias en esta dimensión; en este período hasta se producen aproximaciones y ajustes mutuos en este plano; algunos llegan a cambiar de religión e intentan asumir los valores de la pareja para así consumar el deseo de una vida en común. Si uno de los miembros mantiene valores y creencias difusas y mal definidas es probable que sea absorbido y reorientado por una pareja más firme en sus convicciones, sin que el más débil se resienta.

 Como mostró Eduardo Spranger en una obra ya clásica (“Formas de vida”, 1924) hay toda una tipología humana basada en los valores predominantes que orientan los objetivos buscados y las formas de percepción y evaluación de la realidad. Distingue seis tipos bien definidos, aunque en cada uno de ellos estén presentes, en menor medida, los otros cinco. El tipo teórico orienta su visión del mundo de acuerdo con principios lógicos y científicos; el tipo social por los valores inherentes a la solidaridad y la simpatía por su prójimo; el hombre político quiere el dominio y el poder social, etc. Cada persona sustenta una escala de valores, de manera que existen los que están en primer plano, prioritarios en el proyecto existencial de la persona, y los que entran en conflictos con los de otra persona.

         Los valores no se traducen meramente en los objetivos visados ni permean apenas las creencias – y las otras expresiones de la ideología, mitos y preconceptos; están presentes en todas las elecciones y preferencias. Las diferencias en el plano de las creencias religiosas y políticas también es terreno propicio para desentendimientos, sobretodo cuando esas diferencias se encaminan por las vías del irrespeto y del menosprecio.